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Varia sur la Passe L'Ecole Une #73

AUTONOMIE

par Estela Paskvan

En estos días, cuando leo y escucho acerca de “la escuela del pase”, se me aparecen escenas de reuniones, retazos de asambleas, discusiones acaloradas. Todos ellos referidos a la fundación de la escuela, aquella del 90 y que se llamó EEP. Fue “europea” porque no lograba ser “española”… aún.

Esa escuela nació al mismo tiempo que J.-A. Miller formulaba “la pregunta de Madrid”, la pregunta que se extendió rápidamente por el Campo Freudiano -entonces no había más escuelas que la ECF y la de Caracas- y que se resumía en “¿Qué les parece dejarles a ustedes mismos la libertad de entrada a la Escuela, según los dos modos diferenciados?” Así él proponía un nuevo modo de entrada a la escuela: por el pase, y así causaba eso que se llama “elaboración provocada”. Y no era de pico, la elaboración fue de verdad y en eso estuvimos de lleno todos los miembros, adherentes y “aspirantes” aproximadamente cuatro años. Terminamos siendo “expertos” en el pase y su dispositivo; no sólo se discutía vivamente de teoría y clínica del pase, sino también de reglamentos, incompatibilidades, etc. Y llegó el momento de instaurar el dispositivo. “¿Cómo formar los primeros carteles?”, era la pregunta. J.-A. Miller recordó que había diez AE en la ECF, ¿por qué no hacer dos carteles con gente tan honorable? Aprobación entusiasta por todos. A eso siguió: “¿Quiénes designarían los primeros pasadores?” J.-A. Miller se sacó de la manga una propuesta que hoy parecería inverosímil: todos los que consideraran que un colega podía desempeñar esa función (y fuera bilingüe) podían dirigirle a él su propuesta. Se comprometía a considerarlas, incluso a consultarlas con los analistas de los así sugeridos. Y por si fuera poco para infundir confianza, hizo pública esa primera lista de pasadores. Sí, eso funcionó así; los miembros de la escuela tenían el pase en sus manos. Aún recuerdo divertida la anécdota: me encontré con una colega que me dijo: “Yo te designé pasadora”. Según los informes de esos carteles, esos pasadores fueron “excepcionales” en su transmisión.

¿Qué ha sucedido para que el pase se haya alejado tanto de los miembros? E incluso, de las más “altas” jerarquías (me consta la ignorancia demostrada por algunos en cierta ocasión acerca del reglamento vigente). Intento explicarlo ¿cuándo fue que el dispositivo se nos escapó de las manos?

¿Fue a partir de la crisis del 98? Es verdad que fue un duro golpe; el clima necesario para el pase no fue precisamente favorable, la confianza escaseaba y ciertas ausencias conseguían notables agujeros. Sin embargo, entre el 98 y el 2000 se jugó otro tiempo instituyente, el de la ELP, y ¡por fin!, la escuela… ¿española?, mejor, Lacaniana. El pase “desdoblado” retomaba impulso: muchos miembros preferían esta vía para entrar a la nueva Escuela. Pero esta vez -si recuerdo bien- el desdoblamiento fue de los carteles: uno, el español -formado por los AE españoles- para el pase de entrada; el otro, en París, para el pase conclusivo. El chiste por repetido ya no hacía gracia: “los AE como los niños vienen de París”. Pero también de allí vino la decisión: el pase de entrada finalizó -realizando un oxímoron-.

Hubo que esperar hasta enero del 2003 para tener un nuevo reglamento del pase de la EEP (hoy FEEP) y aún vigente. Allí figura en su artículo 3, cómo se constituye “el cartel hispanohablante”. Fue a partir de este momento que los miembros de la ELP empezaron a perder de vista el dispositivo.

La Asamblea de la EEP en el Congreso de Roma de 2006 señaló el momento definitivo. Se presentaron a la asamblea unos nuevos estatutos a fin de convertir la Escuela Europea en una Federación. Antes de su votación, pedí la palabra para apoyar la decisión de transformar esa Escuela en una Federación -sobraban razones- pero veía una dificultad para votar afirmativamente. Esa era, precisamente, que la Federación conservaba el poder sobre el dispositivo del pase y desaparecía la última instancia de control de los miembros: la asamblea. Pedí que se considerase la posibilidad de que el dispositivo del pase estuviera en manos de ELP con un nuevo reglamento; esa Escuela ya había dado pruebas suficientes de poder asumirlo. Se respondió que sí, que era pertinente, que se consideraría…en fin, nada cambió desde entonces. Por más que esté escrito en algún anuario que “…la ELP es completamente autónoma y tiene su propio cartel del pase”, eso no es cierto, pero no es lo importante. Es el dispositivo quien goza de tal “autonomía” respecto de los miembros que nadie sabe de él.

Esta situación resulta, a mi entender, de la inercia propia del funcionamiento cuando lo instituido sólo responde al “que siga marchando”. Llegados a este punto, mejor confiar en la decisión de las personas que en dicho funcionamiento. En ese sentido, celebro con entusiasmo que en el Journal des Journées se haya comenzado a hablar “a cielo abierto”.