par Gustavo Stiglitz
Pocas horas después de recibir la comunicación de mi nominación como AE, me dirigía a la EOL para un seminario que dicto conjuntamente con tres colegas. A punto de llegar me encontré desorientado, había pasado literalmente de la puerta de la Escuela. Afortunadamente encontré rapidamente la entrada que buscaba.
Esa misma noche un sueño sin angustia: una comida con colegas en el campo (argentino y Freudiano). No puedo establecer una conversación más allá de unas pocas palabras y me encuentro atendiendo a los movimientos de un amigo, ex AE. “¿Qué hace un AE en estas circunstancias?”, era la pregunta del sueño. Al despertar ya estoy pensando en esta, mi primera intervención en JJ.
Dos efectos inconscientes que no llaman a la interpretación, dicen de la renovación del lazo con el Otro Escuela, tras el franqueamiento que es el pase.
Dos efectos que se inscriben en la línea del debate actual sobre el pase: otro criterio de perfección, a la medida de cada uno y no tan separado del trabajo analizante.
¿Qué empuja a un analizante a hacer el pase?1 En ocasiones un puro deseo de transmitir la experiencia y el punto de salida, en mi caso se agrega el work in progress sobre el síntoma-sinthome y los efectos sobre el cuerpo. Esto más que una respuesta, es un “ponte al debate!”
- Elisabeth Leclerc-Razavet, JJ 68. [↩]